Hace tan sólo poco más de dos meses que Alelí ha abierto sus puertas y ya está haciendo ruido. Y no es para menos. Tras un recorrido por las mejores cocinas del mundo, entre ellas El Celler de Can Roca y Mugaritz, el chef Oswaldo Oliva regresa a México para ofrecer un menú sin límites, honesto, sin pretensiones y cargado de influencia ecléctica.
Tanto Oswaldo como su equipo, a quien no duda en mencionar cuando se trata de repartir méritos, logran transmitir una pasión juvenil al hablar sobre el menú o sobre la manipulación de algún ingrediente. Sin embargo, a juzgar por la ejecución, la dedicación y el trato humano, cualquiera diría que cada uno de ellos ha vivido siete vidas. La suma de buenas intenciones como dice el chef, está detrás de cada detalle y eso se siente a los pocos segundos de entrar: en los platos que decoran una de las paredes que son donaciones de gente querida, en el mobiliario del anterior local que supieron rescatar con dedicación y gusto, o en la gráfica de los menús, entre otros.
La carta de desayunos ofrece opciones para aquellos paladares que despertaron con ganas de dulce así como de salado. Sin ser muy extensa, logra satisfacer el antojo más primario gracias a su selección de básicos, como por ejemplo unas rebanadas de pan artesano con jamón o unos pancakes tipo crepes con pera. El famoso cheesecake es un obligado porque tanto por su frescura como por su cremosidad, rompe con el estereotipo de este postre. Sin duda, hay que pedirlo para llevar si uno no logra acabárselo.
En lo que a salado se refiere, la influencia de Katie, la jefa de cocina escocesa, se plasma en el White Pudding. Para los amantes de las buenas salchichas, difíciles de encontrar en el D.F., por cierto, es el momento de darse un pequeño homenaje a uno mismo y a la salchicha. Va acompañada de huevo orgánico, lechuga y Brown Sauce con especias y pan. No vas a querer compartirlo.
Otra opción más mexicana que permite mojar el pan en el huevo es la machaca casera, carne secada al sol en una sartén, con dos huevos estrellados, salsa roja y las infalibles patatas estilo chips caseras. Una vez más, Oswaldo y su equipo logran impresionar al comensal con productos que sin ser de lujo, sí son de gran calidad y son capaces de transformar en joyas deliciosas. Para acompañar este manjar, vale la pena probar el Choco Espuma, chocolate mexicano en leche de coco y espesado ligeramente con galleta maría. Los seguidores de las modas deslactosadas o leches de almendras y variantes, absténganse de pedirlo como sustituto de la leche de coco, por favor.
Al mediodía ofrecen servicio de comida con una muy buena selección de vinos por copeo a precios razonables y cervezas artesanales. En este caso, sin duda se querrá repetir desayuno y comida en el mismo lugar.
Recientemente, Oswaldo y su mujer Liz con quien trabaja de la mano, acaban de abrir la hermana de Alelí, Lorea, una flor rara y poco común que se da en el País Vasco. A diferencia del primero, que por cierto significa flor y viste casual, Lorea es un proyecto de gran sofisticación que vestirá de frac y girará entorno a las sensaciones, tal y como menciona Arisbeth la directora de la cava de ambos restaurantes.
Sinaloa 141, Colonia Roma. México D.F.
Lun-Vie desayunos: 8h a 12h/ comidas: 13h a 17h
Texto y fotos: Livia Arroyo Cella