Cuesta creer que el Bar Cañete no haya estado siempre ahí, en ese lugar que ocupa a escasos metros del Liceu. Y es que sólo hace cinco años que este establecimiento se dio a conocer entre locales y foráneos, haciéndolo además de la mejor manera posible, mediante el boca-oreja. Si las recomendaciones llegaban a las orejas, eran las bocas las que posteriormente daban fe. Aquello sobre lo que se hablaba era cierto: el ambiente de bar de barra, el personal que atendía, y lo que allí se comía, era excepcional.
Ahora, tras una reforma que ha unido en un solo espacio la Barra -desde la que se ve la cocina- con el Mantel -una zona anexa un poco más formal-, su dueño, Jose Parrado, ha homogeneizado la propuesta del Cañete en cuanto a carta y criterio. La filosofía, eso sí, sigue siendo la misma: ofrecer tapas y platos sin artificio, sin envoltorio, en los que el producto hable por sí solo. Platos servidos además, por un personal amable, cálido, y atento. “¿Voy a hacer de modelo con un canelón?” dice Julio, parte del personal de sala, al ser fotografiado con el plato. Pero es que tanto se merece la foto el canelón de pularda como el personal en solitario, ya sea Julio o David, o cualquiera de su equipo. La experiencia de ir a un restaurante no se mide sólo por aquello que comes, sino también por el trato que te dispensan, y esto es algo que en el Cañete tienen muy en cuenta. Que le pregunten a Richie Hawtin, que cada año que viene al Sónar llama personalmente a David para reservar mesa.
La oferta gastronómica es tan variada, que lo mejor es dejarse llevar. Unos camarones fritos y unas croquetas de ibérico son geniales para empezar esta “experiencia” de la que hablábamos. El tartar de atún con huevas de trucha, wonton frito y salsa de queso mascarpone tiene una textura en boca espectacular, y las zamburiñas con jamón ibérico, ajo y guindilla son una perfecta fusión de productos de mar y tierra. David os dará cuidadosamente la explicación de cada plato: cuál es la procedencia del producto -de proximidad y de temporada-, cómo se cocina, y cómo se sirve. Porque según nos dice, el canelón de pularda y bechamel de foie se debe servir a 37 grados exactamente, aunque estamos seguros que con un grado arriba o abajo seguiría siendo igual de delicioso. No dejéis pasar la oportunidad de pedir la tosta con filete de vaca vieja -madurada entre 40 y 60 días-, con foie y salsa périgueux. Y si aún os queda hueco para un postre, el pionono con crema quemada o el bastón de chocolate cubano pondrán un dulcísimo punto final.
Con una cocina funcionando ininterrumpidamente desde la 1 del mediodía hasta las 12 de la noche y con una fama tan bien merecida, no es de extrañar ver pasar por aquí a todo tipo de clientes, ya sean trabajadores del Raval, músicos de la escena indie barcelonesa, residentes del upper Diagonal, o turistas con maleta que quieren aprovechar sus últimas horas en la ciudad y que se despiden diciendo que volverán, no sólo a la ciudad, sino al bar. No nos sorprende, nosotros también pensamos hacerlo.
Carrer de la Unió 17, Barcelona
Teléfono: 932 703 458
Horario: lunes a sábado de 13:00 a 24:00
Precio medio: 30 euros por persona
Texto: Gemma García
Fotos: Beatriz Janer