Bosco de Lobos

20 años antes del Bosco de Lobos, Tomás Tarruella, uno de sus principales culpables, ya era un nombre propio en el mundo de la gastronomía. Co-fundador del Grupo Tragaluz, otro de sus múltiples proyectos, este empresario con alma de creativo ha querido plasmar todas sus ideas e inquietudes en cada uno de sus locales, dándoles a cada uno un aire único y especial.

Gracias a esos viajes, a todas sus referencias, a todo lo que ha aprendido y a su peculiar forma de ver el mundo, existe el Bosco de Lobos. Un restaurante que ya sorprende por su ubicación: un jardín en pleno centro de Madrid, dentro del Colegio de Arquitectos. Estando donde está, es normal que cada detalle y cada material respire diseño y modernidad.

Nada más entrar lo que se ve es su barra, un lugar animado donde picar algo rápido mientras ves en directo cómo los cocineros preparan las comandas. Pero el local ofrece más, desde un espacio reservado para trabajar hasta una zona comedor donde sentarse a comer en una zona presidida por cientos de libros.

En todos los platos de la carta se nota un claro afán creativo: partir de una materia prima de calidad y darle una pequeña vuelta de tuerca para actualizarlo. Un ejemplo de ello es la burrata con albahaca y tomate seco por encima acompañado de una salsa de alcachofas, o los mejillones aromatizados con piel de naranja, lima y hierbas como hinojo y romero.

En cuanto a los platos principales las propuestas son muchas e interesantes: un carpaccio de pescado con salsa de soja, ají y jengibre o una pizza de anchoas acompañadas de flor de calabaza que no solo le compensa con su dulzor si no que recuerda a sabores de otro continente. La carta ofrece más posibilidades con acento italiano, una gran cantidad de pizzas, calzones e incluso una merluza con salsa de mantequilla y queso.

Para terminar, postres que nunca fallan como la crema de mascarpone y la panacota con mermelada de fruta de la pasión.

El ambiente, como no podía ser de otra forma estando en la fina línea que separa Malasaña de Alonso Martínez y Chueca, es animado, un lugar de gente que quiere pasárselo bien, disfrutar en un lugar diferente y no pagar más de lo razonable.