Os preguntaréis de donde viene el nombre calçot. Pues bien, se debe a su forma de cultivo, ya que tiene una técnica de arado particular porque cada cierto tiempo se va cubriendo con tierra la superficie del cultivo, provocando así que la cebolla se estire en busca de luz y consiguiendo su particular forma alargada. Esta técnica se llama calzar o en catalán “calçar”.
La región del Valls se ha convertido en la capital mundial del calçot y ha obtenido la Indicación Geográfica Protegida por la Unión Europea. Pero es importante recalcar que todavía se desconoce el origen de su descubrimiento. Por el momento conocemos dos teorías, la primera la de “Xat de Benaiges” a finales del siglo XIX en el territorio del Valls, y la segunda de origen romano en el siglo III d.C..
Es importante saber que la temporada de calçot va desde noviembre hasta mediados de abril, pero su temporada alta comienza con La Gran Festa de la calçotada del Valls hasta final de marzo. Se trata, quizás, de una de las fiestas más multitudinarias en nuestro país. Consumir calçots no sólo hace que disfrutemos de su olor, sabor y textura, sino que nos aporten vitaminas A, B, C y E, además de minerales, calcio, magnesio, cloro, cobalto, cobre, hierro, fósforo, yodo, níquel, potasio, silicio, cinc, azufre y bromo.
La manera típica de cocinar y comer los calçots es asándolos a fuego vivo de sarmientos, rama de la cepa de vid, que poseen características fantásticas para el tipo de cocción que requiere y que coincide con la poda de la misma que suele hacerse durante enero y febrero, pero que puede prolongarse a lo largo de los meses. Una vez asados, se debe presionar levemente la punta donde encontraban las raíces y estirar de la zona central del lado opuesto para que salgan limpios y enteros y sólo haría falta untarlos en la salvitxada o salsa romesco, salsa cuyo origen se desconoce pero muy típica de la zona del Valls.
Pero lo más importante de todo, es compartir este momento rodeado de familia y amigos alrededor de la mesa y ¡no olvidarse del babero!
Texto: Elena Olaran
Fotos: Creative Commons