Casi 200 años de historia contemplan desde la calle Huertas el trasiego de Casa Alberto, una de las tabernas más icónicas de la ciudad de Madrid, la cual abrió sus puertas en 1827 y que aún hoy sigue atendiendo con fidelidad, buena cocina y casticismo a todos aquellos que se acercan a ella. Porticados por un umbral clásico, en el cual uno pensaría que el tiempo se ha detenido, Casa Alberto da la bienvenida, desde su lebrillo de estaño, su máquina registradora (que no caja) y su barra de ónix, a madrileños, turistas y curiosos que entran en este museo gastronómico que ha escrito -y desde donde se han escrito- buenas páginas de historia de Madrid.
Enraizado en orígenes segovianos, como buena parte del éxodo rural que Madrid recibió en el siglo XIX, Casa Alberto pronto llenó su carta de referencias clásicas como los callos a la madrileña, el rabo de toro estofado o la tortilla goyesca, platos que en la actualidad el público sigue demandando pero que conviven en una carta que también ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, seduciendo al cliente más sibarita que busca algo más sofisticado.
En dos alturas, barra y restaurante, Casa Alberto inicia su andadura cada día a las doce de la mañana, perfecta hora para el aperitivo, donde el vermú -de grifo- y la caña se convierten en los protagonistas, bien secundados por tentaciones como los caracoles, los huevos cervantinos o la oreja guisada. Preámbulo todo ello de lo que nos espera dentro del salón, completamente enmarcado por recuerdos fotográficos de amigos y clientes que son y han sido testigos de la historia que Casa Alberto cuenta. Una vez arriba, la carta se abre ante nosotros tentándonos con recetas clásicas pero también con ciertas innovaciones. El responsable de ello es el cocinero Mario Pilar, el hombre que ha rescatado platos tradicionales con cierta reinvención como los huevos cervantinos pero que borda el arte de la cocina clásica. A los necesarios callos también se suma la carrillada de ternera, las pencas a la madrileña, el bacalao rebozado -al estilo Pavía- o las mollejitas al ajillo. En la innovación, donde no se ha perdido baza, encontramos entrantes como la ensalada de perdiz escabechada o la crema de calabaza con vieira, los cuales hacen de preámbulo para, por ejemplo, el bacalao con sus propios callos o la presa ibérica con salsa de frutos rojos. El remate, también muy a la madrileña, invita a la torrija con salsa de canela o a la leche frita con crema de natillas.
Todo ello se convierte así en una mixtura de viejos y nuevos tiempos donde el reloj parece detenerse, lo cual nos facilita la sobremesa, la charla y el café. Casa Alberto era sitio de reunión para actores y gentes del teatro, convirtiéndose en el lugar perfecto para conocer de primera mano lo que se estrenaba, criticaba y ensalzaba en la ciudad. Con el tiempo estas conversaciones mutaron, transformándose en uno de los rincones taurinos más emblemáticos de la ciudad, donde se reunían críticos, aficionados y aspirantes a toreros. Nombres como Manolete, Juan Belmonte o la familia Dominguín eran asiduos de sus mesas bajas pero también personalidades contemporáneas, como el alcalde Tierno-Galván, o incluso figuras aún más históricas, como la de Miguel de Cervantes el cual vivió en el edificio que hoy aloja Casa Alberto.
Todo ello se recoge además en un libro que el propio restaurante editó, Casa Alberto 1827-2012, por encargo de Alfonso Delgado, gerente del local, en el cual se glosan los nombres propios que han contribuido a encumbrar este restaurante, patrimonio cultural y testigo viviente de la ciudad de Madrid que aún hoy nos abre sus puertas dispuesto a seguir escribiendo historias a través de la buena cocina y del trato amable al cliente.
Calle de las Huertas, 16, Madrid
Horario: lunes cerrado; de martes a sábado de 12:00h a 01:30h; domingos de 12:00h a 16:00h
Teléfono: 91 429 93 56
Precio medio: Entre 35 y 40 euros.
Texto: Jaime de las Heras
Fotografías: Magdalena Puigserver