Francisco Iriarte era originario de Elizondo en el valle del Baztán en Navarra, y llegó a México en 1935 con la idea de poner una panadería en el centro de la ciudad. Al darse cuenta de cuán numerosos eran dichos negocios, decidió cambiar el rumbo de su proyecto teniendo en mente a un árabe que en su región natal vendía churros en una carretilla ambulante. Así nació la churrería “El Moro” y prosperó tan rápidamente que le permitió a su fundador, poco tiempo después, adquirir un local que hoy en día sigue funcionando. Casi cien años después, gracias a su solidez empresarial y con tres nuevas sucursales en distintas zonas de la ciudad, se ha vuelto una parada dulce obligada tanto para turistas como para locales, e incluso personajes importantes del escenario intelectual y político del país.
La mezcla se hace en una amasadora con harina de trigo, agua caliente y sal. Con la masa ya hecha se rellena un cilindro que proporciona en tiras, dentro de una freidora llamada paila con más de 200 litros de aceite caliente, la cantidad exacta para una rosca completa. El churrero la va enroscando con una varilla de metal a modo de serpenteo, un arte del que orgullosamente se jactan los que con la práctica lo aprenden y los diferencia de los panaderos. Después de algunos minutos se retira del aceite y se corta con tijeras en trozos de 25 centímetros. Al momento de servirlos, recién hechos y calentitos, se rebozan en azúcar o en azúcar con canela, aunque hay también la opción de remojarlos en cajeta, chocolate o leche condensada.
Para acompañarlos, la mejor sugerencia es el chocolate caliente con cacao de Tabasco. La chocolatera lo prepara de manera tradicional con un molinillo de madera para disolverlo y producir espuma. “El español” es dulce y espeso, “el mexicano” es más ligero, “el francés” viene con un toque de vainilla y “el suizo” con crema chantilly. “El especial con canela” es semi amargo y para el “chocolate del día” hay propuestas interesantes con extractos de menta, naranja, o incluso una mezcla de chile de árbol y chile guajillo. El café lo traen de Veracruz y lo sirven con o sin leche, la cual proviene a su vez de un rancho lechero en el Estado de México, y no faltan por supuesto las malteadas de oreo, chocolate, vainilla, fresa y helados artesanales. Para festejar los 80 años de la churrería crearon los consuelos, unos sándwiches de mini roscas de churro con helado, que llevan el nombre de la mujer de Francisco Iriarte. Para los gustos salados proponen un reducido menú de tortas especiales, con bastante éxito, de carne al pastor -carne de cerdo adobada con achiote, vinagre, especias y chiles molidos- y de pollo con mole.
La churrería “El Moro” ha sabido adaptarse al paso del tiempo de manera tan excepcional, que se encuentra en pleno siglo XXI en competencia con los grandes restaurantes. Hasta ahora la sucursal de la colonia Cuauhtemoc ha ganado el premio de “Best Interiors of Latin America & the Caribbean” en la categoría de restaurante; se encuentra entre los finalistas para el premio al mejor espacio dulce por parte de los “Food and Travel Reader Awards”, y lo estará sin duda en los “Restaurant & Bar Design Awards” en Londres, en septiembre de este año. Lo cual prueba que las ideas sencillas, respaldadas por arduo trabajo, eventualmente germinan y dan frutos inesperados.
Churrería El Moro
Río Lerma 167, Colonia Cuauhtémoc, 06500 Ciudad de México
Teléfono: 0155 7313.3797
Horarios: de lunes a sábado de 8am a 11pm y domingos de 9am a 11pm
Texto y fotos: Guénola Bally