Anoche salí.
Y esa no era la idea inicial. La cosa comenzó con una buena cena. Con el aperitivo previo cayó una cervecita y, durante la cena –un menú degustación-, el vino no pudo faltar. Nos liamos la manta a la cabeza y escogimos el menú maridaje; esa maravilla en la que cada plato del menú va acompañado de una copa de vino diferente. La noche se presentaba divertida. Comentarios típicos: “Madre mía ¡Llevo sin salir!”, “¡Uf! ¡Pues yo llevo sin beber!” Y así de bien se dio.
Ahora estoy en la cama. No sé exactamente si estoy dormida o despierta. Lo que sí tengo claro es que anoche fue divertido y cenamos increíble. Y menos mal, porque si no hubiéramos cenado bien mi estado actual sería, con seguridad, mucho, mucho peor. ¿Os suena la sensación? ¿Os estáis sintiendo terriblemente identificados? ¿Os apetece saber cómo terminar rápidamente con ese martillo en la cabeza –debido a la deshidratación, la dilatación de los vasos sanguíneos y la disminución de glucosa– o con ese cuerpo que muchos sábados o domingos por la mañana no parece el vuestro? Pues de eso voy a hablar hoy: de cómo combatir a la que siempre acompaña la mañana siguiente de noches divertidas y desenfrenadas, de esa taladradora de malestar y arrepentimiento matutino, de la que te hace pensar a gritos “¡No vuelvo a beber!” aunque, una vez se pasa, te haga ver de nuevo la luz y el recuerdo de lo divertida que fue la cena y lo que vino después.
Consejo número uno: ponte en pie. Poco a poco… ¡evitemos mareos! Abre un poco la persiana y deja pasar la luz natural, esto ayudará a que tus neuronas empiecen a espabilar. Lo ideal seria que anoche, entre copita y copita, hubiéramos tomado un poco de agua para evitar deshidratarnos a tope. Pero, visto nuestro estado actual, agua precisamente no bebimos. Así que, enmendemos errores rápidamente: hay que empezar a rehidratar nuestras células, tejidos y neuronas desde ya.
Lo siguiente que voy a hacer es calentar agua para prepararme un té verde con una ramita de canela ¡Necesito una buena dosis de Antiox! Voy a ponerle un par de cucharadas de azúcar moreno de caña porque es importante recargar los depósitos de glucosa para recuperarnos mejor y más rápidamente. A continuación, creo que me voy a dar una ducha bien caliente; será la mejor manera de comenzar a eliminar toxinas. Entre tanto, mi dolor de cabeza parece que va menguando. Todo este lento proceso viene muy bien para ir abriendo apetito. Es básico comenzar a ingerir alimentos sólidos cuanto antes.
Tengo clara la base de los alimentos que debo tomar ahora. Y la verdad es que me está entrando hambre, ¡menos mal! Es mediodía, así que, la opción desayuno abundante tipo english breakfast o tipo brunch será la mejor opción. No nos quedemos con un simple desayuno y tampoco nos metamos una comida de cuchara entre pecho y espalda. La base de los nutrientes ha de ser en hidratos de carbono ya que son los encargados de recargarnos de energía; como debe ser. Unas buenas tostadas no deberían faltar. Si nos apetece salado, podemos optar por acompañarlas con tomate (¡casi obligatorio!), algo de embutido y aceite de oliva, claro está. Si por el contrario preferimos algo dulce, podemos decantarnos por miel o un poco de mermelada. El yogur y los cereales pueden entrar también en juego; con unos 150g de yogur y un puñado de muesli con avena, pasas y nueces empezaremos a ver las cosas de otro color.
Una noche de excesos siempre implica destrucción de tejidos. Por tanto, si queremos reconstruirnos desde ya, unos huevos revueltos –o incluso una tortilla con 1 huevo y 3 claras, por ejemplo– serán la guinda perfecta para este reconstituyente matutino.
Lo más difícil ya está hecho. Ahora toca vestiros y salir a la calle. Aire fresquito y un día espléndido. Ya sabéis como afrontar el día de mañana si esta noche se os complica la cosa de nuevo. ¡Disfrutad!
Texto: Del Sol Nutrición