Daniel Pino tiene 29 años y nació en Santiago de Compostela. Vino a estudiar a Barcelona hace 8 años y ya no consiguió marcharse, aunque nos comenta que durante ese tiempo «me tomé un descanso de dos años en México en donde trabajé en bares y restaurantes y regresé para especializarme en el sector editorial». Actualmente prepara un proyecto editorial relacionado con las artes visuales. Hoy es el encargado de la tienda gourmet Ego Galego en el barrio de Gracia, y lo compagina con trabajos de diseño e ilustración. Su último trabajo fue el diseño del Festival Cara-B de Barcelona.
¿Qué nos vas a cocinar hoy? ¿Por qué has elegido este plato?
Después de pensar en diferentes platos me decidí por hacer un menú con el mar de protagonista. Mi madre es de Celeiro, un puerto del Cantábrico de la Mariña Lucense, y a ella le debo toda mi memoria culinaria. Es verdad que después he vivido en otros lugares, por lo que para empezar hice un salpicón de toda la vida pero con un toque tropical: ceviche mexicano de colas de rape con langostinos y mango. Después unos mejillones tigres con hígado de rape y mahonesa de wakame y como plato principal pulpo «á mugardesa», que no es más que un guiso como los que me imagino que se zamparía mi abuelo en alta mar.
¿Cuál crees que es el secreto para la elaboración de estos platos?
Sin duda un buen producto. Un buen pulpo de roca de las rías gallegas que ronde los tres kilos es garantía de éxito. Después todo es cuestión de echarle ganas y fijarse en los pequeños detalles.
¿Cómo sobrevives entre semana, menú del día o intentas cocinar algo?
Ahora mismo estoy en una época en la que por suerte puedo dedicarle un poco más de tiempo a la cocina, y aunque normalmente como solo en casa, me gusta encender la radio y poner todo patas arriba para comer algo rico. Es una buena terapia. La realidad es que normalmente llego a casa cansado y con pocas ganas de cocinar por lo que intento mantener la despensa en condiciones. Me gusta mucho el mundo de las conservas caseras. Va mucho más allá de las mermeladas y la salsa de tomate.
¿Eres de comprar en mercado o súper por tiempo y horarios?
Intento realizar un consumo lo más responsable posible, pero la verdad es acabo comprando en todo tipo de sitios dependiendo del día, del trabajo y del dinero que tenga. Por suerte ahora hay un montón de opciones en el barrio para poder comprar productos de proximidad y de muy buena calidad, por lo que trato de hacerlo siempre que puedo.
¿Cómo decidiste montar Ego Galego?
Ego Galego es de Estrella, una apasionada de la gastronomía gallega. Contacté con ella a través de un anuncio en el que buscaba a una persona para encargarse de una tienda de productos gallegos gourmet. Nos conocimos y conectamos rápidamente, por lo que le ayudé a organizar todo para abrir la tienda a finales de diciembre. Se trata de un proyecto muy vivo, en movimiento, por lo que estamos continuamente buscando nuevos productos con los que sorprender tanto a gallegos con morriña como a entusiastas de la buena cocina en general. Si algo tenemos claro es que ante todo queremos ofrecer un producto de calidad, por encima de diseño y modas.
De los sitios a los que has viajado, ¿qué comida recuerdas que te gustara especialmente?
Las experiencias gastronómicas las entiendo enmarcadas en un espacio y momento muy concretos, por lo que me resulta difícil quedarme con la gastronomía de un lugar específico. Por el tiempo que pasé allí, me quedo con la mexicana, aunque reconozco que al vivir la mayor parte del tiempo en una pequeña ciudad de interior, te acaban saliendo los tacos de carnitas por las orejas, y claro, echas de menos un buen chuletón de ternera gallega.
Explícanos la mejor cena/comida que recuerdes.
Cuando vivía en México hice una escapada de unas semanas a Baja California Sur, por los alrededores de La Paz. No tenía mucho dinero pero por aquella zona te permiten acampar en cualquier sitio. Me compré una caña, me fabriqué una pequeña parrilla y busqué playas remotas. No pescaba casi nada pero siempre había a alguien que me regalaba algún pez. Son recuerdos que todavía me hacen salivar.
Fotos: Cecilia Díaz Betz