Uno de los puntos fuertes de Madrid es la restauración popular que, pese al paso de los años y a las nuevas generaciones, se mantiene para el deleite de aquellos a los que nos gustan las cosas “de toda la vida”.
El Brillante es, sin duda, uno de los bares más representativos de la hostelería tradicional madrileña, al que pretendemos homenajear con este reportaje.
Todo empezó cuando Alfredo Rodríguez dejó León para establecerse en la capital poco antes de que empezara la guerra civil española. Durante la posguerra, Alfredo tuvo varios trabajos pero fue de camarero en el Bar Joya donde aprendió el oficio y tuvo la idea de emprender su propio negocio. En 1953, en la Plaza de Olavide, nació El Brillante y un poco más tarde los locales de Bravo Murillo, Vallecas y Atocha.
Este joven revolucionó el mundo de la restauración del momento; fue precursor de la comida rápida y el tapeo y convirtió el bocadillo de calamares en “el bocadillo” por antonomasia de la ciudad. Poco después, instaló churrerías en cada local, lo que hizo del desayuno y la merienda otro de sus fuertes. Alfredo Rodríguez murió a los noventa años y dejó a su hijo, también llamado Alfredo, al cargo del negocio de Quevedo y Atocha.
Estamos seguros de que gran parte del éxito de El Brillante recae en el equipo humano. Algunos como Jesús, encargado de una de las barras, llevan ahí más de cincuenta años. Entre risas, nos dice: “No me acuerdo de cuánto tiempo llevo trabajando aquí porque nací aquí”. Los más jóvenes, hijos de los empleados veteranos, son fieles seguidores del estilo y las maneras que les han enseñado. Si pasas un rato observando cómo trabajan y cómo se tratan, te da la sensación de que son familia.
Aseguran tener el mejor bocadillo de calamares de la ciudad y nosotros lo corroboramos. Pero, ¿por qué? Alfredo, dueño del local desde 1991, dice que es muy sencillo: “Los calamares no vienen adulterados y los freímos con un buen aceite de oliva”. Jesús, muy galán y entre risas, opina que: “Los bocadillos están tan buenos porque los tratamos como a las mujeres”. El rebozado de los calamares, tiernos y jugosos, es excelente.
En cuanto al pan, puedes elegir entre diferentes tipos y tamaños: baguette, media baguette, chapata o pan tradicional. Y siempre del día; lo hacen ahí.
Otros favoritos de la carta son las patatas bravas, la oreja a la plancha, la ensaladilla rusa, el pulpo a la gallega o el pincho de tortilla.
Por su localización, enfrente de la estación de Atocha y al lado del Museo Reina Sofía, es un local concurrido y atractivo para los turistas. Pero también para los residentes de la capital; personalmente, comer en El Brillante después de ver una exposición en el Reina me sigue pareciendo un planazo de los que se convierten en costumbre. Como dice el refranero español, “cuando el río suena, agua lleva”. Y es que, la popularidad y el éxito, a veces, son bien merecidos.
El Brillante
Plaza Emperador Carlos V, 8
28012 Madrid
De lunes a domingo de 06:30-0:00
Precio medio: 15 euros por persona
Texto y fotos: Mar del Hoyo