A espaldas del bullicio y el resplandor con los que la calle Jorge Juan inundan el barrio de Salamanca, El Escondite de Villanueva reivindica su protagonismo sin nada que envidiar a la calle que discurre paralela a ella. Sincera, sencilla y cargada de sabor, con recetas que tienen ciertos toques viajeros pero sin perder de vista el oremus gastronómico con la nueva carta, este clásico contemporáneo madrileño atrae a sus fieles parroquianos desde primera hora de la mañana y hasta pasada la hora de Cenicienta.
Con esa regularidad y el empaque que da la experiencia (abrieron en 2001, aunque en la calle Conde de Aranda) El Escondite se mantiene como un referente donde comer bien, variado y no acabar temblando a la hora de sacar la cartera. Perfecto para cenas de grupo, para dar una sorpresa a un amigo, para alargar las veladas como local de primera copa o como eterno bastión al que aferrarse en el afterwork, El Escondite ha sabido adaptarse a los tiempos y marcar el paso en muchos de ellos, viendo como otras modas pasajeras barrían a la competencia que intentaba en balde emularlos.
El éxito del grupo ha llevado de hecho a extender ‘la marca’ y a Alex Pérez Alburquerque y Caleb Soler a salir de Villanueva, llevando su concepto a locales como Barbara Ann, Lady Madonna o a la ‘niña bonita’ de la casa: la reapertura del Café Comercial. Esos mimbres han servido para asentar una propuesta gastronómica funcional, que ha fluctuado en torno a las novedades culinarias que salpicaban Madrid, donde supieron subirse a la ola de burratas, ceviches, tatakis y platos de índole internacionalista sin perder su propio estilo.
Ahora, con el producto y el clasicismo tocando a todas las puertas de la restauración madrileña, El Escondite se prepara para un asalto que refrende su mayoría de edad con platos ‘de toda la vida’. Por eso, en sus propuestas mensuales se han recuperado los ‘homenajes’; recetas del pasado que el público, soberano, demanda y con las que ha crecido, reído, comido, disfrutado y bebido en este rinconcito cercano a la Biblioteca Nacional donde la tortilla humeante sorprende en el desayuno y el gintonic corona las madrugadas.
Brunches, meriendas, desayunos y tragos largos se erigen así en los reclamos con los que El Escondite de Villanueva siempre -o casi- tiene las puertas abiertas, haciendo de su variopinta y fiel clientela otro de sus particulares encantos. Impertérrita al paso del tiempo, la parroquia de El Escondite encuentra en el eclecticismo de la carta una ocasión ideal para acertar y nunca errar el tiro buscando cocinas demasiado rígidas. Aquí conviven los canelones de chipirones en su tinta con las alcachofas confitadas; el sándwich de pastrami con huevo (palabras mayores) con las croquetas de ibérico; las hamburguesitas y las bolas de queso; o sus siempre sugerentes postres, como el cheesecake o el nido de tarta de manzana con helado.
Diversión, buen rollo y una cocina carente de pretensiones o de pelear por estrellas Michelin, El Escondite de Villanueva es leal a su propio nombre, aunque no sea difícil encontrarle, pero siempre será el rincón al que el madrileño pueda escaparse, sentirse como en casa y disfrutar de su momento en ‘El Escondite’.
Dirección: Dirección: Calle de Villanueva, 26
Teléfono: 91 431 33 49
Horario: de lunes a viernes de 08:00h a 02:00h. Sábados y domingos de 12:00h a 00:00h.
Ticket medio: Entre 25 y 30€
Texto: Jaime de las Heras Martín
Fotos: Nacho Alcalde Ruiz