Rumanía es un país de contrastes y su capital, Bucarest, es un claro ejemplo de ello. Paseando por sus calles o disfrutando de su gastronomía, podemos apreciar claramente el pasado comunista y también los vestigios del neoclasicismo. De un majestuoso palacio a un humilde mercado, del buen vino a la polenta a una tradicional salchicha a la parrilla. Sin lugar a duda la etapa de la dictadura hizo mella en el país y agudizó el ingenio de muchos, para crear platos baratos a base de arroz (pilaf, preparación con verduras y carne para servir como guarnición), papa y polenta. ¿Quieres conocer todos los entresijos de la cocina en Bucarest?
Además de los contrastes entre diferentes periodos históricos, también podemos notar claramente la influencia de distintas regiones cercanas a Rumanía. Así su cocina es una fusión de diferentes tradiciones culinarias que entraron en contacto con la zona. De ahí que encontremos influencias de la gastronomía griega, otomana, húngara e incluso alemana. Gracias a su ubicación, Rumanía es un país de encrucijadas culturales y por ello se nutrió de la gastronomía balcánica con guisos de carne o pescado, sopas, cremas… platos ideales y perfectos para el gélido invierno. Uno de los platos más populares es la ciorbâ de Burtâ, una sopa de callos con trozos de ternera acompañada de guindillas o la ciorbâ de perisore, una crema con albóndigas.
De Grecia nos quedamos con la musaka, de Turquía podemos encontrar una gran variedad de platos como el falafel, humus… De Moldavia el Sârmale (rollitos de col con carne), el Sarman, típico de diferentes países europeos, es otro de los protagonistas en fiestas como Pascua; se trata de una hoja de repollo rellena de carne con arroz y cebolla. De los platos típicos de Rusia surge la mâmâligâ, una polenta cocinada en recipiente de cobre y acompañada de verduras o carne de caza en platos como Tocăniţă cu mistreţ (guiso de jabalí), de caprioara (ciervo) o la Tochitura dobrogeană, cerdo con queso rallado y huevo por encima.
Otras alternativas interesantes y low-cost es el Mici, unas salchichas rumanas que cocinan a la parrilla. La pastramâ, un plato que consiste en carne de buey cerdo o cabra con gelatina . Para los amantes de los quesos hay muchas opciones y muy variadas: brânzá de Burduf, urda y el cascaval, cualquiera de ellos es ideal para tomar con un buen vino rumano, del que dispone una gran variedad de ellos gracias al cultivo tradicional de la vid. También puedes acompañarlos de Palinca un licor de ciruela muy típico de la zona.
¿Dónde comer todos estos deliciosos platos? Te aconsejamos visitar Mercados como el de Obor en Bucarest con puestos de cocina callejera. Pero si quieres un plan económico pero tranquilo, solo tienes que pasear por el centro de Bucarest donde encontrarás diferentes palacios ahora convertidos en restaurantes, tales como el Caru cu bere (del mismo arquitecto que el famoso castillo de Peles) o Circului militar (club para oficiales del ejército en 1860). Lugares turcos el Efendi o libaneses: Mandaloun, algo más caro que el resto pero muy bueno. Sitios de cocina tradicional rumana que además se encuentran en edificios históricos o al menos pintorescos la Casa oamenilor stiinta o Cabana vanatoreasca.
Y para vegetarianos el Aubergine, donde podrás degustar la mayoría de platos tradicionales en su versión sin carne ni pescado como la Tocana de ciuperci cu mamaliga, guiso de champiñones con polenta. Aunque la comida tradicional de Rumanía es bastante carnívora, existen opciones de comida para vegetarianos, los llamados ‘Menu de Post’. Siguiendo la tradición ortodoxa, no pueden comer carne dos veces por semana, de ahí que estos menús ofrezcan alternativas como sopas de verduras, guisos de setas, legumbres, patés vegetales como la berenjena o zacusca.
Para cerrar el viaje, no te olvides de probar los dulces de la zona en lugares como el Bistro Cişmigiu, Pio bistro o en cualquier horno. Los más populares son: Covrig, Gogosi, Langosi, Placinta cu mere, y el Cozonac. Pero a nosotros nos gustó especialmente el Papanasi, una rosquilla rellena de queso de vaca que se acompaña de mermelada casera de cerezas, arándanos o frutos del bosque. Y el kürtőskalács típico de Hungría, una masa tipo crepe dulce que se cocina a fuego lento en un tubo y a la que se le agrega chocolate u otros toppins cuando aún está muy caliente. ¡Buen provecho o Poftă bună!
Texto y fotografía: Laura Torres