Nos encontramos en plena Semana Santa, una tradicional fiesta muy arraigada en nuestras tierras, en conmemoración a la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Se trata de unos días en los que la tradición religiosa y la fiesta se unen de una forma un tanto peculiar.
Con la llegada de la primavera, las calles se convierten en escenarios que dejan paso a las procesiones donde se recuerda la muerte de Cristo, desfilando al compás de la música, y acompañado de gran devoción, gritos, lloros y lamentos. Personas desfilando con túnica y capirote, esos gorros altos con forma de cono tan representativos que no dejan ver el rostro de quienes caminan. En cada zona del país se celebra de forma distinta, con sus peculiaridades, pero todas con un mismo objetivo.
Son fechas muy señaladas en las que la religión toma gran importancia y que se ve reflejada en la gastronomía de todo el país. Potaje de vigilia o dulces típicos que inundan las pastelerías y nuestras mesas.
Lo que todas estas ciudades tienen en común es el uso de bacalao en la mayoría de sus platos. Este pescado es el más usado para sustituir durante estos días a la carne. Otras cosas típicas son el Potaje de Vigilia, las torrijas, los buñuelos de viento o los huevos de Pascua (de chocolate) muy típicos de todo el país. También abundan los dulces de cuaresma, y los bollos típicos con características propias de cada zona, como la mona de Pascua en Cataluña y Valencia, el Karapaixoa en el País Vasco o el “Bollu Preñau” en Asturias.
Pero muchas de las regiones tienen sus propias costumbres, por ejemplo, el sancocho canario en Canarias suele prepararse el Viernes Santo para cumplir la abstinencia de comer carne durante esas fechas. Se trata de una sopa elaborada con pescado salado (preferentemente cherne o corvina), papas grandes, batatas, aceite de oliva, perejil y sal al gusto. En Baleares, la panada es una masa rellena de carne de cerdo, de cordero, sobrasada, sal y pimienta negra, y puede llevar o no guisantes. Es tradición reunirse en familia para preparar les panades que se comerán durante las fiestas. Los robiols, son una especie de empanadillas dulces que se rellenan de confitura, o cabello de ángel o requesón. Y por último, los crespells, que son galletas típicas elaboradas con manteca de cerdo.
En Andalucía son muy típicos los buñuelos de bacalao, arroz con leche, pestiños, o el limón cascarúo y caña de azúcar tan consolidado en tierras malagueñas. En Castilla y León se toma el bacalao ajoarriero y el pulpo a la Sanabresa, y en Castilla-La Mancha, el mazapán y queso. En Madrid encontramos el bacalao a la madrileña, el bacalao con patatas, soldaditos de Pavia, patatas viudas, guisantes con huevos y flores de carnaval.
En Cataluña, son muy famosas las Monas de Pascua y tienen una larga tradición a sus espaldas. Simboliza que la Cuaresma y sus abstinencias han acabado. Se toma durante la merienda, acompañado de la longaniza de Pascua (no se come acompañado, son elementos de la merienda, pero no se acompañan el uno del otro). Es tradición que los Padrinos se lo entreguen a sus ahijados el Domingo de Pascua, y que el Lunes se reúnan varias familias o amigos para comerla. En Alicante encontramos el “Pa Torrat”, tradición desde la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, que se entrega los Viernes Santo como obsequio para los portadores como almuerzo para reponer fuerzas, y en Murcia, el pisto murciano.
En el Norte de España, la tostada de Carnaval (torrija), la leche frita, rosquillas de anís llenan los escaparates de las pastelerías. Y en sus mesas triunfan los potajes y la porrusalda, sopa de origen vasco, elaborada con puerro, patata y zanahoria. El Karapaixoa o Pan de Pascua (tradicional de la cuenca del Alto Deba) es un pan de caserío con chorizo y huevos, que los padrinos y madrinas obsequian a sus ahijados cada año en las fechas de Cuaresma hasta que contraen matrimonio, aunque en la actualidad hay quien lo elabora en la versión dulce con huevos de chocolate, y quien lo sigue regalando a pesar de que se hayan casado. En Asturias el equivalente es el “bollu preñau” y en Castilla-La Mancha y Andalucía el hornazo, para celebrar la resurrección de Cristo aunque todos poseen unas características propias que hacen que se diferencien.
En este periodo, existe la tradición de permanecer en abstinencia. En algunas religiones la carne simboliza la carne de Cristo, por lo que ingerirla en estas fechas sería una ofensa. Pero, a día de hoy, estas tradiciones van quedando poco a poco en el olvido y se va perdiendo el concepto de la abstinencia, aunque siga habiendo muchas personas que la cumplan.
Texto: Elena Olaran
Fotos: Anel González y Creative Commons