Cansarnos de la comida japonesa no está dentro de nuestros planes. Cada vez hay más sitios nuevos, unos que abogan por la tradición, otros que fusionan hasta el infinito… Y ahora, hasta uno que invita a esta cosa tan nuestra del picoteo pero con platos asiáticos. El restaurante en cuestión se llama Kanbun, y aunque no está dentro del circuito gastronómico acostumbrado, la elegancia de los platos y el espacio bien merece una visita. Ideado como un restaurante elegante resulta casi más acogedor que sofisticado porque está hecho para echar un buen rato con amigos. Hasta su carta invita a ello: una amplísima selección de platos fusión perfectos para el picoteo al centro de la mesa.
Que nadie vaya buscando tradición, aquí se fusiona Asia en el más amplio sentido de la palabra: Japón, China, Vietnam, Tailandia… Todos están en el plato, y para más inri, con añadidos que pondrían los pelos de punta a un purista de estas cocinas, como eso de poner queso en crema a un maki o cebolla crujiente a un uramaki. Pero el caso es que funciona y gusta, y como más que puristas somos disfrutones, nos lanzamos a ello.
La carta es casi un libro ilustrado de todo lo que allí se sirve, así que mejor dejarte guiar por el equipo o por la pinta de los platos. Para empezar con algo fresco que gusta a los menos asáisicos y que triunfará en los meses de calor, nos traen la Ensalada de quinoa, un timbal de tomate en la base con atún desmigado por encima y cubierto de quinoa crujiente. Y el Tartar de salmón con aguacate, mostaza francesa, soja, huevas y sésamo, un clásico que da muestra del buen producto que manejan en Kanbun. Las Gyozas de la casa es una buena forma de empezar a acercarse a Asia, de pollo con verduras salteadas y regadas con una reducción de caldo de pollo muy sabroso.
Pedir cualquier tipo de roll es tan fundamental como complicado (de nuevo hacemos hincapié en el tamaño de la carta). Pero, sin duda los que triunfan son los Tommy, un clásico que lleva en la carta de Kanbun desde que abrió sus puertas. Rellenos de atún rojo, cubiertos de una salsa de la casa de la que no desvelan el secreto – y lo entendemos, está de muerte – y con cebolla crujiente. Les siguen muy de cerca los Uramaki Kanbun, de salmón macerado con aguacate y pepino, envueltos en alga nori y con el arroz por fuera (vamos, como es un uramaki de toda la vida) y con chili picante por encima, un toque rockero que saca de lo común a un rollito ya conocido.
También hay platos clásicos, y para muestra el Pollo Teriyaki, que no innova ni falta que le hace. Hecho con la receta de siempre, jugoso, sabroso y con un acompañamiento de verduras a la parrilla, sabores que funcionan. Y una vez te has pasado a la tradición, deja un hueco para el postre, aunque cueste, porque los Mochis (ese helado cubierto de una pasta de arroz mochigome) son caseros y, aunque no lo parezca, nada empalagosos.
Aquí no acaba la experiencia. A este elegante restaurante de líneas rectas, lámparas que aunque modernistas recuerdan a Asia, y sobriedad que se contrasta con los mosaicos de tonos dorados, uno viene a pasarlo bien. Empezando por compartir los platos y terminando por compartir unos cócteles en la zona chill out, donde se termina de escribir la noche, o se empieza, nuca se sabe.
Calle López de Hoyos, 327, 28043 Madrid
Teléfono: 913 886 166
Horario: todos los días de 13:30h a 16:30h y de 20:30h a 23:30h
Precio medio: 20 euros. Menú de mediodía Kanbun 10,75 euros y Kanbun ejecutivo 14,50 euros
Texto: María G. Aguado
Fotos: Nacho Alcalde Ruiz