“La comida no se tira”, nos han dicho siempre pero, lo cierto es que en España se desecha un total de 7.7 millones de toneladas de alimentos, siendo el séptimo país que más derrocha en la Unión Europea. Cantidades que si se gestionaran, posiblemente podrían acabar con el hambre en el mundo.
A principios de este año, una nueva ley francesa prohibía tirar o destruir comida, algo que creó mucho debate, no únicamente en Francia y que inquietó a muchos, siendo el punto de partida de este bonito proyecto llamado “La Imperfecta Belleza”. Marina Senabre y Elsa Yranzo, las madres de este “concepto”, han querido dar voz a una problemática que no se contempla, se olvida y a la que se le da la espalda. ¿Por qué no se gestiona todo eso? ¿Por qué se permite que se tire un tercio de todo lo producido? ¿Por qué no se aprovechan todas las partes de un alimento si todas ellas son buenas y aportan?
Hay alimentos que se desechan por creer que ciertas partes no sirven, como las hojas de la remolacha, el tronco del brócoli, o las hojas de la zanahoria. Otras se tiran porque están “feas», porque parece que están pochas o malas, pero antes de llegar a los supermercados. Los criterios estéticos también existen con los alimentos, los “famosos” cánones de belleza que están en todas partes. Cada naranja, manzana y tomate debe ser una fruta o verdura “perfecta” en cuestiones como el brillo, tamaño, forma, peso y color. Deben ceñirse a un estándar que “alguien” ha determinado. ¿Quién tiene ese poder? ¿Quién puede decidir qué es bonito, qué es feo, qué es perfecto, qué no lo es? “Hay tantas bellezas como ojos que miran”, sostienen Elsa y Marina.
En relación a este debate, Marina hace referencia al término japonés de Wabi-sabi que se refiere a la belleza de las cosas imperfectas, mudables e incompletas, de las cosas modestas y humildes, un paradigma estético basado en el inevitable proceso al que la naturaleza somete las cosas. Nada dura, nada está completo, nada es perfecto y existe la belleza en cada irregularidad y en cada pequeño detalle hasta ahora desapercibido.
Esta terrible dictadura de lo “bonito”, aparta de la vida alimentos que son perfectos en su estado pero que supuestamente “no encajan” cuando lo que tienen son aspectos distintos, propios y maravillosos que los hacen únicos. No podemos hablar de defectos. Son características que van cambiando con el paso del tiempo. La belleza natural no puede ceñirse a criterios cerrados. La vida es espontánea, repentina, sorprendente, irregular… La belleza está en la diversidad, en el error, en la improvisación. Algo natural en serie no existe. La tierra no es una fábrica, no pueden existir dos tomates iguales, dos berenjenas exactas.
Elsa sostiene que lo habitual en la vida es la imperfección, el defecto, el error y la diferencia. La imperfección es estimulante, sorprendente y conmovedora.
Y ahí es donde llega “La Imperfecta Belleza”, un proyecto que pretende cambiar el sentido de lo que es la imperfección, romper con esa dictadura de lo que es bonito y lo que no lo es, el paso del tiempo… porque ¿no hay maravillas preciosas de 100 años? Este es un proyecto que nos replantea todas estas cuestiones y que insiste en dar y conservar el lugar que todo merece dentro de nuestras vidas. Aprovechar cada parte del alimento, no tirar algo por estar pocho, excesivamente maduro o “feo».
Para ello, este evento pone sobre la mesa un festín de platos hechos con alimentos recolectados por Espigoladors que si no se hubieran preparado para este momento, se habrían perdido. Ingredientes que Nerea Hoyos, de Origins Food, combina hasta dar con un menú “imperfectamente bello” y delicioso: Para comenzar, «Hojas» de primer plato, llevado a cabo con un milhojas con pesto de zanahoria. Para continuar, «Raíces», a base de una sopa hecha con las mismas. El tercer plato, «Tallos», col macerada con miso y puré de patatas acompañado de mermelada de limón y tomillo de La Madre de Miren. De postre, panna cotta de plátano con avellanas y miel de ágave. En conclusión, un menú perfecto emplazado en un lugar increíblemente bello, imperfecto, salvaje y sorprendente: el Estudio Sauvage.
¿Para cuándo la segunda cena “imperfecta”?
Texto: Anna Alfaro
Fotos: Beatriz Janer