En Málaga se camina en zigzag para sortear a quienes acaban de atracar en el puerto o han llegado en trenes y aviones con destino a las calles no tan amplias de esta ciudad. A pesar de que un buen número de malagueños eviten calle Alcazabilla y la que ya es la Plaza del Pimpi, la última propuesta de esta marca -autóctona donde las haya-, merece el esfuerzo de cruzarla.
La Sole del Pimpi se erige frente a la Alcazaba, el Teatro Romano y el Cine Albéniz. Es hacia estos puntos a los que mira su ventanal principal, aunque no hay que hacerle ascos a su zona trasera de reservados. De su interiorismo se ha encargado el estudio de arquitectura Emealcubo, por lo que la madera vuelve a ser la protagonista de su comedor principal y la luz de Málaga su mejor adalid.
En la carta, dos recorridos por la gastronomía malagueña y andaluza. El primero, de corte más clásico, está caracterizado por la sublevación de las buenas materias primas. Los productos ibéricos, el chivo malagueño o los pescados de la Bahía se reparten en las mesas del establecimiento en el que malagueños y turistas comparten espacio a partes iguales.
Sin embargo, es el segundo viaje el más interesante. No es Japón el que se acerca a Málaga sino al contrario. Las técnicas niponas sirven para presentar ingredientes malagueños en platos cuidadosamente elaborados que se preparan en el mismo comedor. Nunca falla el usuzuruki de salmón con mango de la Axarquía y filamento picante que se esconde tras el nombre ‘Axarquía cruda’. Corte fino y jugoso de salmón combinado con la textura crujiente del arroz inflado, el dulzor del mango autóctono y la intensidad de los filamentos de guindilla.
La Tapa de Barbate es casi siempre un acierto. Va acompañado por una ensalada de alga wakame y un praliné de almendra malagueña, fruto que podemos encontrar en muchos de los platos de la carta. El Magret 60º presenta un magret de pato cocinado a baja temperatura en cortes similares a los de un tataki que bien merece una cata.
El apartado de sushi recorre muchos barrios de la capital malagueña, como el rollo vegetariano ‘Malagueta’ , ‘La Caleta’ –niguiri de gamba de Málaga y gel de yuzu– o ‘Pedregalejo’ –rollo de aguacate y tobiko, cubierto de cangrejo y mayo kewpie-. Destacan el ‘Dulce de la Axarquía’ –rollo de aguacate de la Axarquía cubierto de atún y foie caramelizado, teriyaki de Pedro Ximénez y almendra crujiente– y el ‘Salmón montés’ –aguacate con queso de cabra aburi, mango y curri rojo con un exquisito final ahumado-. Propuestas divertidas con ingredientes km 0.
La japonesa es una carta eminentemente dulce. Todos los platos cuentan con algún elemento (mango, Pedro Ximénez, frutos secos caramelizados…) que ponen en relieve ese sabor, a pesar de que en apariencia se busquen finales salados, cítricos o picantes. Sólo una nota al pie para aquellos que no quieran perderse el capítulo de postres.
En él, la tarta de queso puede aportar el punto discordante, ya que se aleja de la tradicional receta de cheesecake. Sólo para amantes de los quesos curados de sabor profundo. La mousse de mango, mermelada de fruta de la pasión, trufa y bizcocho de cacao amargo, más ligera y refrescante, es otra de las mejores opciones para terminar en La Sole, siempre y cuando sean benévolos con la cantidad de galleta del fondo. Los amantes de la coctelería también pueden encontrar una extensa carta de cócteles clásicos y modernos para terminar o para comenzar el viaje.
En resumen, raciones generosas en un espacio privilegiado que bien merecen atravesar uno de los puntos neurálgicos del turismo de Málaga, olvidar los prejuicios que se puedan tener sobre la marca y compartir mesa con lo más variopinto de la ciudad.
Jardines Alcazabilla/ Calle Zegri. Málaga.
Horario: De lunes a viernes de 12:00h a 02:00h. Sábados y domingos de 12:00h a 03:00h.
Precio medio: 35 euros.
Texto: Lakshmi Aguirre
Fotos: David Triviño