En el municipio de Espolla, Alt Empordà, habita una raza autóctona catalana: La vaca de L’Albera. Marta, bióloga de profesión, y su hermano son dos de los grandes responsables en preservar esta vaca en peligro de extinción. Desde su finca en Baussitges se esfuerzan al máximo para conseguirlo.
¿Cómo una estudiante de biología acaba rescatando una raza de vaca y haciéndose cargo de ella?
Desde que conocí estas tierras, me enamoré de ellas al instante. Soy de Barcelona, así que cuando llegué a Banyuls para hacer el posdoctorado pensé que era una buena oportunidad para saber si me podía acostumbrar a vivir aquí. Mis compañeros de la universidad creían que estaba loca. Había elegido un lugar muy aislado y salvaje, pero al llegar supe que este era mi sitio, mi hogar.
¿Como empezó esta aventura?
Mi hermano fue el primero en empezarla hace 40 años. Fue él quién pensó que tenía que preservarse la raza tal y como era. Más tarde me uní yo y decidimos hacer una asociación de la vaca de L’Albera para darla a conocer.
Nos dimos cuenta de que, si la comparas con el resto de explotaciones ganaderas, esta es anómala. Toda la normativa esta pensada para explotaciones intensivas y la nuestra es extensiva.
¿En qué os repercutía?
Un caso concreto es el de las inspecciones. Si recibimos la llamada de un veterinario para informarnos de que esa semana tenemos una inspección, nos es imposible reunir a todas nuestras vacas. Tendríamos que decirles a los inspectores: “Venid con botas y prismáticos que vamos a buscarlas”. Esto no ocurre en otro tipo de granjas donde las vacas están localizadas en un mismo punto.
No teníamos un lugar dentro de la ley. Pero, en el Departamento de Agricultura se han dado cuenta de que no podemos responder como las otras granjas.
¿Que características tiene la Vaca de L’Albera?
Es rústica, fuerte, tranquila y muy espabilada. Esta adaptada a vivir en plena montaña por lo que no necesita nuestra ayuda. Incluso, en el momento del parto se retiran y paren de forma natural. Cualquier otra vaca no podría.
Es sana y no le damos ningún medicamento porque nunca tenemos problemas de enfermedades; hay una selección natural muy importante. Esto y su alimentación es lo que hacen que restauradores y gente del movimiento Slow Food se interesen por preservar esta raza y nos hayan ayudado tanto.
¿Qué comen?
Toda su alimentación se basa en lo que encuentran en el bosque, con especial predilección por los frutos y brotes tiernos de haya y brezo. También se alimentan de encina, roble, bellotas y todo lo que encuentra. De hecho, según un estudio que hicieron los veterinarios de Girona sobre la alimentación de la Vaca de L’Albera, tiene una alimentación mas propia de herbívoros salvajes –como los ciervos– que de domésticos. En la temporada de invierno, les damos un suplemento de alfalfa, cereales y avena. Suele coincidir con el momento en que están preñadas y necesitan un poco de refuerzo.
Además, vuestra finca Baussitges está declarada finca ecológica. ¿No es así?
Sí, el producto de la finca es completamente ecológico. Toda ella está declarada ante el CCPAE , desde el aceite hasta las vacas. Lo hacemos todo ecológico.
El hecho de que coman todo lo que encuentran es ideal para mantener los bosques limpios, ¿no?
Totalmente, hacen una gran labor como limpiadoras del sotobosque; lo mantienen a raya y eso ayuda a la prevención de incendios, pues eliminan materia combustible.
¿Qué fue lo que mas te sorprendió de este tipo de vaca?
Su leche. Al principio todo el mundo me decía que no conseguiría ordeñar estas vacas porque tenían fama de salvajes, a pesar de que no lo son. Pero, al empezar a ordeñarlas, vi que la leche era muy cremosa y densa. Así que, uno de los proyectos que nos gustaría empezar a largo plazo es la elaboración de quesos.
¿Qué mejoras estáis haciendo en la finca?
Nuestro objetivo es que las vacas puedan comer de lo que esta finca da. Aún así, nuestra idea es ceder vacas a otras fincas. Con eso conseguimos más focos y, si pasará algo en Baussitges, la raza sobreviviría. Por otro lado, queremos aumentar las zonas de pastoreo; recuperar antiguos prados invadidos por el bosque en los que la vaca encontrará más comida. Hay mucha zona de garriga –monte bajo– y queremos que sea pasto de nuevo; así el invierno sería menos duro.
Texto: Alba Yáñez
Fotos: Cecilia Díaz Betz