Restaurante La Primera

Primero fue el flan de queso de Cañadío, después llegaron las rabas de La Maruca, más tarde, los platos de cuchara en La Bien Aparecida y, como no hay tres sin cuatro –ni cuatro sin cinco, quién sabe– ahora Paco Quirós está como un niño con zapatos nuevos porque estrena La Primera. Quien conoce bien Cantabria sabe que el guiño a la tierruca, de nuevo, no es casual. El nombre del recién inaugurado restaurante del empresario y cocinero no solo alude al número 1 de la Gran Vía, fastuoso edificio que durante años albergó aquel mítico Gula Gula, también a una de las playas de Santander. Y sí, la gula vuelve a ser satisfecha en La Primera con todo el armamento que Quirós junto a su socio, Carlos Crespo, arrastra de local en local: guiños a la tierra y al mar en platos como el jarrete de cerdo servido con su hueso, el pepito de ternera, las rabas (esas siempre) o la merluza Rula, plato dedicado a una clienta en el que la tan hogareña merluza rebozada se alía con unas gambas al ajillo. Porque si de algo saben aquí es de eso que ahora llaman ‘comfort food’ y que en Cantabria, como en cualquier otro sitio de nuestra geografía, siempre se ha conocido como ‘comer rico’. Luego está el decorado, el escenario donde todo sucede: 350 metros cuadrados de inspiración art decó con el sello de Sandra Tarruella, interiorista capaz de convertir en elegante sencillez todo lo que toca; ya lo hizo en La Bien Aparecida y ahora repite jugada. Y no lo tenía fácil: a ver qué haces cuando te enfrentas a un espacio ubicado en el segundo edificio más fotografiado de Madrid, obra del arquitecto Eladio Laredo –cántabro, por cierto– y joya de comienzos del siglo XX.

Podríamos hasta ser cursis y decir que en La Primera se juntan tradición y vanguardia, clasicismo y modernidad, pero mejor terminar estas líneas dándole cera a los desayunos. Porque sí, Paco Quirós no solo quiere vernos endomingados a la hora de la cena, sino que insiste en su mejor truco para apaciguar la ojera madrileña: zumos naturales, bollería casera, panes recién hechos y huevos fritos de corral. Más comfort food; más ‘comer rico’.

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