Restaurante Las chicas, los chicos y los maniquís

Las chicas, los chicos y los maniquís es un restaurante muy especial, forma parte del recientemente inagurado Axel Hotel Madrid, en la calle Atocha, y nos transporta a una época agitada -en todos los sentidos de la palabra- en la que Madrid se transformó en una larga fiesta con nombre propio, La Movida de los 80.

Los anfitriones del homenaje son el Grup Iglesias (Tickets, Bodega 1900, Espai Kru, entre otros). Creado hace 31 años y liderado por la segunda generación, los hermanos Juan Carlos, Borja y Pedro Iglesias, acumulan ya un total de 12 establecimientos en la ciudad condal. Y ha sido este año, en el mes de agosto, cuando por fin pusieron en marcha su primer restaurante en la capital.

El espacio colorista y kitsch, diseño del Equipo Creativo, está dividido en varios espacios separados por un pasillo que te lleva al hotel. A la izquierda, una barra cafetería donde tomar desde unos cafés hasta unas copas. A la derecha, el restaurante con una gran barra central de color rojo charol y un espacio interior donde los cocineros acaban y emplatan las raciones frías a la vista del comensal. La vajilla es obra del Taller de Piñero, donde experimentan con este objeto tan cotidiano dándole una identidad única a cada una de sus piezas.

La vajilla es la base donde el chef, Pedro Gallego (formado en las cocinas de Sergi Arola, Chicote y Gordom Ramsey) y su equipo creativo han construido una carta repleta de recetas tradicionales renovadas donde también juegan con elementos de pura vanguardia, como con sus aceitunas gordal esféricas, icono ya de todos los restaurantes del grupo Iglesias.

Los boquerones marinados con chalaca y caviar de albahaca o las croquetas de jamón con guiso de pollo son imprescindibles para arrancar la fiesta. El bocadillo de calamares con mahonesa de kimchi y encurtidos, junto con un rodaballo frito en adobo con mayonesa, en este caso de lima, van de la mano para recibir al invitado de honor, del que todos hablan, un arroz meloso de pato y gorgonzola.

Y en el momento culminante del festín, imagínate que atraviesa la puerta Tino Casal y te trae su “Champu de huevo”, una espuma de crema catalana perfectamente contrastada con un sorbete de manzana ácida.

Poco falta ya para que abran su tercer espacio, Bala Perdida, un concepto de cocteleria que se esconde en lo más profundo del hotel. En forma de cueva, con una iluminación y ambiente exclusivo, contrasta con su cuarta y última área, esta vez arriba del todo, el sky bar del hotel con vistas a la ciudad, una piscina y una carta de picoteo.

Y asi fue como en un momento comprendimos que el futuro ya está aquí. Y sí, caímos, enamorados de los chicos, de las chicas y de los maniquís.