Llamber no es un restaurante que pase fácilmente desapercibido, y es que, como nos dice su chef y socio Francisco Heras: «ahora lo que intentamos hacer, es ser un local-objetivo, quiero decir, que seamos el objetivo de algo, el destino mejor dicho, un local de destino». Y dice «ahora», porque hace años había otro Llamber, pero no estaba en Barcelona, sino en Avilés (Asturias), el pueblo natal de este chef y empresario.
Allí la cocina también era catalano-asturiana, menos evolucionada que ahora, pero con el mismo concepto de gastrobar (fueron los pioneros en Asturias). Sin embargo, el local era muy pequeño, y cuando a Francisco y a Eva Arbonés (la otra socia y decoradora del restaurante), se les presentó la oportunidad de trasladarse a Barcelona, no lo dudaron ni un segundo.
Y es que el actual Llamber fusiona la cocina asturiana y catalana, porque como bien nos dice Francisco: «yo soy medio catalán, asturiano de nacimiento, pero de corazón soy medio asturiano medio catalán, y todo lo que he aprendido gastronómicamente, ha sido con la cocina catalana». Ha trabajado con grandes chef de la talla de Sergi Arola, Ángel Palacios, Jean Luc Figueres, Ramón Freixa, o Ferrán Adrià; y ha estado viviendo en EE.UU., Londres, Madrid, y por supuesto, en Asturias y Cataluña, y eso se nota tanto en el tipo de comida que ofrece, como en la calidad de sus emplatados.
Al mismo tiempo que nos sirve un delicioso carpaccio de remolacha, con langostinos, frambuesas, pistachos y yogur, este chef nos explica que etimológicamente hablando, no saben cuál es la raíz de la palabra Llamber, pero significa «lamer» en asturiano. También significa «pasar la lengua por alguien o por algo» y «picotear algo entre horas», y ese es el concepto que tienen en este gastrobar: tapas y platillos para compartir, siempre en el centro de la mesa.
Tataki de atún con ajoblanco de ajo negro y cebolletas al romero; ensalada de quinoa con legumbres, algas y caviar de sésamo, aliñada con un shiro miso especiado; patatas bravas con salsa de tomate natural, chile chipotle ahumado y un alioli de ajo negro; patatas rellenas de praliné de avellanas, con una crema montada de queso de cabrales; o pulpo a la brasa gratinado con queso Gamonéu y cremoso de patata, son algunos de sus platos más recomendados: divertidos, equilibrados, frescos y sin ninguna pretensión. También podemos encontrar en su carta tres clases de arroces: el arroz negro con sepietas y alioli, el arroz con conejo y el arroz venere, que es un arroz vegano con mini verduras, y una emulsión de cilantro y aguacate. «El resultado es espectacular, te lo comes y parece que esté hecho con jugo de carne, cuando en realidad, es de verduras», nos dice Francisco. Además, también podemos disfrutar de sus espectaculares postres o llambiotaes, como la nube de chocolate blanco con fresas y tierra de palomitas, o las casadielles, un dulce típico asturiano, con helado de romero.
Después de hacer un parón total en su vida, a este cocinero le cambió el chip completamente y ahora está muy volcado con la comida saludable. Su idea es la de hacer platos bien presentados, pero con alimentos saludables y ecológicos, e incluso, algún día, le gustaría quitar totalmente el azúcar de su carta, para crear el primer restaurante no vegano, totalmente sugar free. «Ya no me compro libros de cocina, sino libros de nutrición, y eso me preocupa», nos dice Francisco mientras sonríe.
Próximamente, Francisco tiene pensado abrir otro restaurante más asturiano, más canalla, más prêt-a-porter, también por la zona del Born, donde habrá sidra para escanciar, porque según dice: «ahora estoy recuperando mis raíces, porque me siento más asturiano que nunca, creo que es la edad».
La cocina de Llamber está abierta todo el día, así que no tenéis excusa para no pasaros por esta taberna, que no es un restaurante asturiano al uso, pero aún así tiene mucho que ofrecer.
Carrer de la Fusina 5, Barcelona 08003
Teléfono: 933 196 250
Horario: todos los días de 9 a 2:30 horas. Desayunos de 9 a 13 horas.
Precio menú diario: 15,50 euros de lunes a viernes hasta las 15:30 horas.
Texto: Olga Gallego
Fotos: Beatriz Janer