Madrid es muy grande, y desde que en los años 70 los restaurantes chinos empezaron a abrir sus puertas a un público que rápido se acostumbró a los rollitos de primavera, el auge de la cocina asiática no ha dejado de crecer. Ha llovido desde entonces, también en nuestros paladares, y a día de hoy nos hemos vuelto más exigentes, no tanto pidiendo tradición (que también), sino sabor y buena cocina.
Queremos autenticidad, nada de arroz tres delicias; queremos buen producto, fresco y elaborado con recetas que al menos partan de la tradición, luego si quieren darle una pequeña (pero pequeña) vuelta de tuerca, bienvenido sea. Y puestos a pedir, un espacio bonito, nada de telares rojos, sillas kitsch y dragones por doquier. Y con estos requisitos encontramos cinco restaurantes asiáticos que, con sabor y buenos alimentos, te llevan en un viaje por China, Japón, Thailandia y la India.
Aunque con ese nombre nos imaginamos de todo menos un tailandés, lo cierto es que El Flaco es uno de los mejores (si no el mejor) de Madrid. Situado fuera del circuito gastronómico, en una zona tranquila del barrio de Prosperidad, a El Flaco uno no llega por casualidad, va porque quiere, y lo que tiene más mérito, por el boca a boca, que es como consigue llenarse hasta la bandera.
El nombre le viene de su chef Andy Boman, un sueco criado en África y curtido en las cocinas de medio mundo. De todas ellas se quedó con la thai y en El Flaco la lleva a la excelencia a base de buen producto de aquí y elaboraciones muy cuidadas de allí. Muestra de ello es la Sopa Tom Yam, uno de los platos más famosos de Tailandia y con todos los sabores de esa tierra; el Curry verde de mar con rodaballo, langostino, mejillón y albahaca thai, picante y sabrosón; y el Bao de panceta cocida en caldo cantonés y frita, una delicia que sorprende a pesar de estar más que acostumbrados a los baos, ¿la culpa? los sabores que reúne en un solo bocado.
Foto: Nacho Alcalde Ruiz
En pleno centro de Madrid, en la calle Tudescos, Surya propone un viaje gastronómico a las vibrantes calles de Mumbai. Probar esa cocina callejera que se saborea fuera de los restaurantes en un espacio que recrea toda esa alegría colorista de la capital de Maharashtra. Su dueño, Ketan Trivedi, de padres indios y criado en los fogones del restaurante familiar en París, sabe el valor de la tradición y tiene muy presente el arraigo a su tierra en elaboraciones muy auténticas.
La carta de Surya es amplia, por lo que está bien dejarse asesorar y compartir. Imprescindible el Chat Mix Platter, un entrante que reúne varios bocados callejeros típicos para probar un poco de todo (Pani Puri, Aloo Tikki, Pakoras…). Y los platos de curry: el clásico Tikka Masala con pollo o cordero, el Saag Palak con espinacas indias y el Vindaloo para los valientes con el picante, aunque en todos se puede elegir el nivel. La versión india de mojar pan se lleva a cabo con los naan y chapati, pídelos de sabores.
Foto: Diego Díez
Frente a Surya, en la misma calle Tudescos, El Buda Feliz 1974 ha reabierto sus puertas con una carta auténtica y depurada de la indigesta comida china y con un ambiente refinado, agradable y bonito. El que fuera el primer restaurante chino de Madrid recupera sus días de gloria bajo la asesoría de Julio Zhang (chef de Soy Kitchen y Lamian).
No es un chino más, éste destierra los platos que sirven todos y que de chinos tienen bien poco. Aquí se sirve cocina china con buen producto y elaboraciones menos grasas y pesadas que las que acostumbramos a ver. Destacan los Dim-sum con todo tipo de rellenos (gambas, arroz gelatinoso, carne…), los Zhou Zhua Shou Gan Mian, unos tallarines hechos a mano con carne, setas y verduras al wow; y el Chuan Yi Kao Ya, un pato laqueado servido con diversos acompañamientos y unas crepes de indo para comerlo en rollitos. Para los indecisos, cuenta con dos menús degustación.
Foto: Borja Llobregat
Taberna Japonesa Hattori Hanzo
Cruzar las cortinas de la Taberna Japonesa Hattori Hanzo es aparecer en una auténtica izakaya del país nipón, tanto en la apariencia como en las formas y, por supuesto, en la cocina. El espacio por dentro es una recreación de esos típicos establecimientos: suelo adoquinado, mesas compartidas con bancos corridos, farolillos, pinturas japonesas y hasta mesas hundidas que hacen más fácil el comer en el suelo sin tener que hacerlo de rodillas como los japoneses.
Recomendable empezar por los platos raw como las Tostadas crujientes de arroz y tapioca con láminas de ventresca de atún rojo toro, chutney de caqui y nieve agria de licopeno y la Vieira de Hokkaido curada en alga kombu con holandesa de mentaiko y tsukudani de kombu. Y compartir los Takoyaki, unas bolitas de masa japonesa con pulpo muy típicas, los Langostinos tigre al teppanyaki y la Lasaña coreana de cangrejo real, leche de oveja y kimchi coreano con arroz inflado, lima, y crujiente de wonton. Hay que dejar hueco para los Mochi helados.
Foto: Diego Díez
También fuera del circuito habitual de Madrid, en la parte alta de Arturo Soria, Kanbun se presenta como una taberna oriental donde comer platos vietnamitas, tailandeses, chinos y japoneses reinventados e ideados para compartir y comer de forma informal en un cuidado restaurante decorado con gusto y sin estridencias.
Su extensísima carta es un recopilatorio de cocina asiática que entra por los ojos al estar presentada en forma de libro con fotografías incluidas. Así que déjate asesorar o pasa de un capítulo a otro para encontrar la variedad. Las Gyozas de la casa a la plancha con reducción de caldo de pollo, los Rolls Tommy de atún rojo y el Pollo teriyaki son como opciones perfectas para un finger food en el centro de la mesa. Y los tartanes como el de salmón con aguacate y mostaza francesa, soja y sésamo, dan cuenta del producto fresco que maneja Kanbun. Y que no falte el sushi, que las raíces japonesas se notan en su ejecución.
Foto: Nacho Alcalde Ruiz
Texto: María G. Aguado