A veces relacionamos la Barceloneta con una zona muy concurrida en la ciudad condal, y lo es. Hay muchos turistas, muchos restaurantes, y mucho tráfico. Pero también está en un sitio increíble de la ciudad, el puerto está en frente y la playa al otro lado, además de algunos restaurantes encantadores que se esconden entre todo ese barullo.
En ocasiones sentarse en una terracita, tomar un poco el sol y disfrutar viendo la gente pasar es un plan estupendo, y otras, sentirse acogido por un entorno mucho más tranquilo acompañado de unos platos fabulosos que te hacen recordar el fantástico mar que tenemos a nuestro alrededor y los productos que nos ofrece. Todo ello lo encontramos en Nº30. Un lugar donde no hace falta arreglarse para ir, no es un sitio de gala, es un sitio donde ponerse unos tejanos e ir a disfrutar.
A primera vista, parece un lugar muy pequeñito en plena Barceloneta, pero cuando nos adentramos, encontramos unas escaleras que nos llevan a un comedor muy acogedor. Luz tenue y estilo industrial con estética de Berlín y Londres nos acompañan en una comida poco común.
Nos atiende Albert, chef y co-propietario de Nº30, quién nos cuenta que su sueño siempre fue abrir un restaurante en el barrio barcelonés de la Barceloneta, donde él había nacido. Habiéndose formado en la escuela Hoffman, trabajado en innumerables restaurantes y ejercido como asesor gastronómico, nos cuenta que la mejor manera para que funcione un negocio es que el jefe esté presente en el local. Como él dice “Cuando papá no está en la cocina, las ratas bailan sobre la mesa”. Es ahí cuando decidió abrir su propio restaurante, de cocina sencilla, buscando buen producto de calidad y maximizando las bondades del mismo.
Nos deleitaron con unas croquetas melosas de rabo de toro con una emulsión de trufa y brotes de rúcula que nada tenían que envidiar al resto. Seguidas de unas gambas rebozadas en arroz vietnamita ideales para compartir con amigos, acompañadas de 3 salsas: Mayonesa de wasabi, de maracuyá y salsa sweet chili.
Los mejillones puede que fueran lo que más nos sorprendió, desde luego, nunca antes los habíamos probado así. Con leche de coco, chili tailandés, lemongrass, hojas de lima kaffir y brotes de cilantro. Un plato muy refrescante y muy bien combinado con el toque de picante y cítrico. Brutales.
El Suquet Thai, adaptado a cada temporada, en esta ocasión, fresquito porque se acerca el verano. Se trata de un plato de caballa, sobre una base de leche de coco, pasta de curry verde y caldo de gamba. Con estos platos hemos podido observar que la cocina ha sido influenciada por una cultura asiática que casa muy bien en el paladar.
Y por último, un postre bomba. Un brownie de pistachos sobre una base cremosa de chocolate blanco y yogur, tierra de té matcha y coco, acompañado de helado de stracciatella.
Texto: Elena Olaran
Fotos: Uxía Estévez