Roberto Paparcone creció en en Italia, más concretamente en Nápoles, tierra de contrastes, colores y arte. De padre profesor de matemáticas y madre pianista, la dicotomía entre lo racional y lo creativo está presente siempre en su profesión. Como buen amante de la cocina, siempre lleva consigo el recetario manuscrito de su abuela, de aquí su pasión por la gastronomía y las libretas, fieles herramientas siempre tiene encima de su mesa o en su bolsillo.
Ceramista, arquitecto, diseñador e ilustrador, se formó entre Nápoles, Rotterdam, San Sebastián y Barcelona. Ha combinado su profesión de arquitecto y diseñador por la de ceramista y ha descubierto que a menudo los puntos de vista se mezclan confluyendo en un producto inesperado. Dicen que sus trabajos como ceramista tienen formas arquitectónicas y sus proyectos de interiores están llenos de detalles artesanales.
Como hombre 100% mediterráneo, hace tres años decidió mudarse a Mallorca donde la fuerza de la naturaleza predomina, cuyos paisajes y colores le inspiran a la hora de moldear el barro y experimentar texturas nuevas. No está interesado en las producciones en serie, así que se dedica a lo que se podría definir como Slow Handcrafted Design puesto que, de alguna manera, le gusta cuidar a sus clientes entregándoles un producto único y con alma.
Paparkone es su proyecto más íntimo. Como amante de la cerámica y de toda la artesanía en general, cree profundamente en la importancia de los productos hechos a mano para concienciar a las personas a respetar el ambiente y a no consumir compulsivamente. Para él es muy importante saber de dónde vienen las cosas (cómo, dónde y quién las produce). En estos momentos está trabajando en unos platos cerámicos que caben en una mano para fingerfood con el fin de sustituir las vajillas de usar y tirar.
¿Un restaurante que nos recomiendes?
Difícil quedarme con uno, ¡con lo que me gusta comer!
En Mallorca, Ca Na Toneta (Caimari) por el respeto a los productos locales y de estación además del trato exquisito de las hermanas Solivellas; Brut (Llubí) por su fórmula innovadora (solo 12 comensales alrededor de una barra mirando el emplatado como de un teatro se tratara) y la originalidad de su carta.
En Nápoles, Da Nennella por la sencillez y al mismo tiempo riqueza de la gastronomía partenopea. Y en Barcelona, el Salón, cocina de mercado impecable y un ambiente acogedor.
¿Y un plato?
Parmiggiana di melanzane, berenjena empanada y frita dos veces, tomates troceados, mozzarella, parmesano y albahaca, todo por capas y al horno. Recién hecha es exquisita pero al día siguiente y fría está de muerte.
¿Podrías elegir un producto fetiche?
Seguramente el pan, muchas veces demonizado, siempre ha estado presente en mi mesa, eso sí del bueno y artesanal. Parece mentira que hoy en día sea tan difícil encontrar un buen pan (es un must probar el pan de Matera, Basilicata/Italia).
¿Y un trago?
Últimamente una amiga me invitó a un Moscow Mule, vodka, ginger beer y lima, todo servido en una taza de cobre para mantener el frío. ¡Me he vuelto un adicto! En general me encanta ver cómo se preparan los cocktails como por ejemplo en el Boadas en Barcelona.
Si nos invitaras a cenar a tu casa, ¿qué nos cocinarías?
Empezaría con poner una buena mesa (cerámica, porcelana, mantel de lino, cristal, los cubiertos de mi abuela… y una flores frescas) como parte del ritual.
Como entrante prepararía flores de calabacín rellenas y fritas, para seguir con linguine alla puttanesca (tomate, olivas negras y verdes, anchoas, peperoncino, vino tinto). Como postre un babbá al rum.
Fotos: Maria Cano