Presente en cada reunión social al lado de una tortilla chorreante, de un platazo de embutido «de pueblo» y de cómo no, cualquier barra de bar. El queso es un producto que nos ha acompañado desde siempre y que poco a poco ha ido recobrando el protagonismo saliéndose de la producción industrial hasta convertirse en un placer gourmet. Ha costado, pero basta con hacer las cosas bien para que establecimientos como Poncelet (Argensola, 27) sean consideradors un referente, un templo quesero dónde no solo se puede comprar, sino que también degustar tal manjar en sus diferentes formatos. Hace cinco años ya que el escaparate madrileño de los quesos artesanos por excelencia decidió abrir un punto gastronómico dónde ofrecer sus quesos a las masas gourmet, rompiendo moldes con una carta en la que cual el queso se convertiría en el único protogonista. Eso sí, siempre con la vista puesta en difundir su cultura y tradición.
Ahora, Poncelet Cheese Bar ha dedido optar por un cambio de imagen, integrando a su espacio una barra más dinámica en la cual picar tapas frías y calientes, así como una decoración más moderna y colorida diseñada por José Manuel Ferrero, de Estudi Hac. «Al cambiar nuestra imagen corporativa, hemos pasado de colores blancos y marrones a una paleta de colores múltiple que está recogida en nuestro caleidoscopio en la zona del salón y en la columna de la entrada, dando más vigor más y juventud al espacio», comentan desde el restaurante. En la barra de Poncelet se respira un ambiente más informal que en el salón, que se saborea en una carta con platos como la conserva Poncelet de mejillón con kimchi cremoso de Arzua Ulloa; el maki sushi de salmón noruego y mozzarella de búfala campana, el gua bao de roastbeef con queso ragusano, mayonesa picante y encurtidos o la focaccia de escalibada, queso fresco de Madrid y anchoa. «Para crear esta carta nos basamos en las nuevas necesidades de nuestros clientes que nos indicaban que aunque les gustaban los platos del restaurante, les interesaba también tener la posibilidad de degustar y probarlos todos de forma global en los horarios de comida y entre-comidas, por lo que nos sugerían que incluyéramos una opción para comer más rápida». Para ello, se han encargado de que cada uno de los platos, desde la quesada pasiega de puerro y bacon con pomodoro de tomates extra verdes hasta los callos y morros a la madrileña con queso de cabra de Fresnedillas de la Oliva, combinen a la perfección con el queso, «tanto en textura, como organolépticamente», comentan. Y aunque aquellos haters del queso se resistan a poner pie en este local, aquí lo tienen todo pensado, ofreciendo (varios) platos que se adaptan a aquellos a los que no les gusta o que no pueden tomar queso.
Darse una vuelta por Poncelet Cheese Bar es ponerse en la difícil posición de tener que escoger entre alguna de sus 150 variedades de queso, la mayoría de leche cruda, de granja o de pastor, venidas de 11 países diferentes. Pero dependiendo de la temporada, algunos estarán en mayor plenitud que otros, así que nada como ponerse en manos de expertos para hacer la decisión más sencilla. Aunque más sencillo será combinar estas maravillas lácticas con alguna de cervezas artesanas, vermuts y finos-olorosos, varios de ellos a menos de 20€.
Ahora que ya ha entrado el hambre… vamos a ponernos predecibles: ¿qué es eso?
José Abascal, 61. Madrid, 28003
Teléfono: 913 992 550
Horario: Martes a viernes de 12 a 24h. Sábado de 11 a 24h. Domingo de 11 a 16h.
Texto: Paula Móvil
Fotos: Borja Llobregat