Lugar para los amantes de la naturaleza y antesala de una de las rutas naturales más pintorescas de la provincia, el Merendero Puntarrón se enclava sin miedo entre las gargantas verticales de piedra desnuda (conocidas como Cahorros) que marcan el curso del río, ofreciendo al caminante una visión sorprendente de montaña y laderas olivadas.
Soledad Córdoba está al cargo, no deja lugar a dudas. Tiene el semblante serio, pero su voz es dulce y no desatiende ni un instante a cualquier ser viviente que tenga a bien atravesar el umbral de su vieja venta, ya sea humano, ave o gato. Soledad no era cocinera, pero de la mano de su sobrina Ma Ángeles Camacho, retomó el testigo del merendero hace 9 años, aprendiendo de los lugareños y de los pastores las recetas más tradicionales de esta comarca de espíritu montañés que se extiende a las faldas de Sierra Nevada. Puntarrón conserva el espíritu de los inviernos crudos y de los potajes humeantes que empañan los cristales de los ventanucos de madera de su salón. Aquí, la gran chimenea central crispea y nos templa el ánimo.
Las hortalizas, los frutos, las hierbas aromáticas, el aceite y hasta el vino que se sirve se cultivan en la huerta Los Franciscos, que de forma casi religiosa, visitan a Sole cada día para cantarle la cosecha y esperar pacientemente que ella elija de la cesta lo necesario para hoy. Su cocina es fresca, de la tierra, del día y al momento. Además, hacen su propio queso de cabra y un licor de membrillo de escándalo.
Para los montañeros y escaladores es una suerte encontrar esta joya rústica a la vera del sendero después del esfuerzo físico, pero el bullicio del salón y la salita nos hacen deducir que no es imprescindible ser deportista para disfrutar de sus garbanzos con bacalao y grelos o su guiso tradicional de choto al ajillo. Encontramos el alma del barro en cada plato, donde los ingredientes desnudos no engañan: espárragos de la huerta, crujientes y tostados, carnes a las brasas, patatas confitadas con calabaza o caracoles en salsa picosita. Todo es tan auténtico que parece transportarnos a los cortijos camperos donde los huevos de corral se freían con muchas láminas de ajo. La sopa de cebolla con gratinado de queso y los champiñones con alioli tostado podrían llevarnos a otra época.
En la parte inferior de la casona, encontramos un jardín terraza que se erige de frente a la montaña rodeado de árboles, macetas y huertecillos, que reciben el mismo trato que los clientes: dedicación, tiempo y buena mano. El entorno es de cuento, y Sole quiso dar cabida a la música cuando unos amigos le pidieron por primera vez tocar en el florido patio, debajo de la parra. Así que Puntarrón también es lugar para escapar de las calurosas noches de verano granadinas y refrescarse con la brisa que sube del rio y su ciclo de música los fines de semana. Las opciones estivales incluyen ensaladas gloriosas con semillas y queso casero, crepes de verduras con crema y carnes aderezadas con su “salsa de la vida”, para mojar y repetir.
C/ Puntarrón, 2, 18193 Monachil, Granada
Horario de invierno: de 11:30h a 17:00h; martes cerrado / Horario de verano: 11:30h y terraza hasta la 01:00h
Texto:Texto: Ángela Ruiz
Fotos: Iuliana Dragoi