Es cierto que elegí dedicarme a algo de lo que todo el mundo habla. De hecho, muchas veces digo: “Conmigo siempre hay tema de conversación”. Y es que, los silencios incómodos se solucionan con un rápido: “¡Anda! Entonces, seguro que tú sabes decirme qué tengo que tomar para…”.
Ahora mismo, podría escribir algún que otro post sobre temillas emergentes; como que en la tele –¡por fin!– ha arrancado Top Chef, la súper moda de las proteínas y los pobres olvidados carbohidratos o la “Operación: vestido de nochevieja”, que suele comenzar en el mes de octubre. ¡Pero no! Es la una y media del mediodía, me encuentro trabajando en casa y en mi cabeza empieza a pasar la idea de: “¿Qué voy a hacerme para comer?” La pregunta del millón, ¿verdad? Así que, voy a daros unas pautas sencillas, fáciles de entender y, sobre todo, prácticas para que saquemos el mayor partido a las comidas que realizamos a lo largo del día.
Lo primero que debemos hacer es mirar qué tenemos en la nevera y en la despensa. Si da la casualidad de que abrimos la puerta del frigo y poco falta para que salgan mariposas volando –con mucho frío, eso sí–, tendremos que calzarnos deprisa y corriendo, quitarnos de la cabeza el moño casero que llevamos desde que abrimos los ojos y meternos en el súper o “tiendita que nos saca de los apuros”. Además, vamos a ponernos en el supuesto de que, como hoy, es entre semana y tenemos cierta prisa por ponernos a currar, por desgracia, otra vez. Así que, rapidito. Nos hacemos otro moño y nos ponemos manos a la obra.
A la hora de hacerme la comida, siempre pienso en qué haré más tarde. Puede que las horas sucesivas sean de raudo trabajo sentada en la consulta y hablando con pacientes o inmersa en mi ordenador contando calorías como una loca. Puede, también, que tenga preparada la bolsa del gimnasio para ir a entrenar después.
Con todo, tenemos claro que la cosa tiene que ser fácil, ágil y, bueno, algo que aún no he mencionado: ¡Tiene que quedarnos riquísimo! Claro está.
Así, si la tarde nos exige estar muy a tope de energía porque vamos a movernos o necesitamos tener la cabeza despierta e inmersa en proyectos, cuentas o quehaceres varios, será importante que lo que comamos a mediodía nos aporte energía suficiente para no desfallecer y nos permita estar atentos y eficientes.
Así, un buen plato de pasta o arroz será siempre la mejor opción. Son fuente de carbohidratos de lenta asimilación que irán “soltando” la energía que necesitamos poco a poco. Si además queremos mantener el tipín, optar por estos cereales en su versión integral nos dará ese plus de fibra que, con seguridad, más tarde agradeceremos.
A la hora de elegir acompañante o guarnición para arroces y pastas, y si juntamos los requisitos rápido, saludable y, por qué no, con pocas calorías, las verduras son las que se llevan el premio gordo. Con un simple salteado de calabacín, berenjena, cebolla y pimiento nos marcaremos un plato de manual. Además, os animo a quitarle el polvo a los botes de especias –pimienta negra (molida al momento), rosa, cayena, nuez moscada, orégano– y dar paso a vuestra imaginación ¡Mmmm!
Los medallones, filetes y diversos cortes de pollo, pavo, ternera, y pescados nos animarán a poner la plancha a punto o, por qué no, el horno; ese gran olvidado que puede asarnos un buen manjar en poco tiempo siempre que lo hayamos precalentado un poco antes. De la misma manera, será ideal acompañar esta fuente de proteínas con unas verduras o una suculenta ensalada verde aliñada con soja y frutos secos. La proteína de la carne y el pescado no aporta tanta energía para “tirar” como lo hacen el arroz o la pasta, pero las verduras mezcladas con unas nueces picadas, por ejemplo, harán las veces energéticas en nuestro almuerzo para no decaer durante la tarde.
Recuerda que lo más importante es fraccionar las comidas y que entre ellas no pasen más de 3 horas aproximadamente. De esta manera evitaremos quedarnos sin glucosa dentro de nuestros músculos y nuestro cuerpo no empezará a “consumir” musculatura y mantendremos el metabolismo siempre activo. Cuantas más veces comamos al día –siempre que sean tomas pequeñas–, consumiremos más calorías de forma constante. Algo que siempre digo es: “Mientras que haces la digestión, ¡haces ejercicio!”.
Ahora, ya sabes; abre tu nevera, destapa ollita y sartén, y manos a la obra, ¡Que aproveche!
Texto: Del Sol Nutrición