San Valentín, 14 de Febrero. Un día para compartir; para expresar el amor que sientes hacia otra persona y también hacia la gastronomía, porque como decía George Bernard “No hay amor más sincero que el amor a la comida”. Por este motivo, y para que la búsqueda os sea más amena, os traemos una selección de los tres mejores restaurantes románticos de Madrid.
El concepto de este restaurante gira en torno a la sencillez, aunque esta sea en cierto modo ficticia, ya que el trabajo que implica la simplificación de la perfección es muy complicado. Un restaurante que se inspira en las corrientes culinarias del norte de Europa, pero aportando lo mejor de nuestras materias primas. La carta está basada en el producto, y en lo que compran a diario en el mercado, por lo que muchos de los platos varían de un día para otro, aunque siempre tienen algunos fijos. Los postres se elaboran a la vista, por lo que puedes ver en directo cómo te preparan el postre que has pedido.
Foto: Mercedes Zubizarreta
Un restaurante familiar al que cada generación aporta algo nuevo, pero siempre con un ojo puesto en su esencia, no cambie. Destaca por el buen trato que recibe el cliente y respeto absoluto a la materia prima que cocinan. Con una carta viva y cambiante en ella conviven un clásico de Hevia como la ensaladilla de ahumados y una cocina más fresca como el tartar de quinoa. Un clásico de la casa: el tocino de cielo, no podéis iros sin probarlo. Han creado su propio vino, hecho mano a mano con los responsables de Martínez Lacuesta y exclusivo para su restaurante.
Foto: Daniel Muñoz
Un restaurante dedicado a los sabores de Andalucía, donde descubrir sus matices y recetas más tradicionales de la mano del chef Manu Urbano. Intentando ofrecer una cocina de interior, con muchas recetas caseras, de su pueblo y familia. Como no podía ser de otra forma, aquí también se rigen por la temporada, esperando a la caza, las setas y las verduras en otoño y desvelando su máxima expresión. Aunque también hay sitio para los ya clásicos como su corvina al Jerez, que se ha convertido en el plato reclamado por los clientes. Además de la sala cuentan con una barra, un espacio dedicado al picoteo en el que se mantiene la tradición de ofrecer un tapa con cada caña.
Foto: Miriam Barral