Honesto, sincero, alegre, luminoso, sencillo y muy humilde, así es Senegal y así te lo hacen notar sus gentes, sus calles llenas de color, sus mercados ruidosos y sabrosos. Es el templo africano de las playas llenas de piraguas con las que dar un paseo, es Senegal. Un país acomodado entre las tierras áridas del desierto en el norte y los bosques tropicales y exuberantes al sur, un viaje muy completo y perfecto para iniciarse en el África negra ya que es seguro, tranquilo e ideal para pasar unos días de vacaciones entre playas, desierto y selva.
Su gastronomía viene marcada precisamente por los productos autóctonos cultivados en estas dos regiones, por la influencia de la cocina de otros países de los que fue colonia, como Francia, de los primeros con los que comerciaba, como Portugal, y de la asimilación de la cocina del norte de África, sobre todo de Marruecos.
En el caso francés porque levantas una mañana, sales a caminar por cualquier zona de Senegal y es imposible que no te cruces a toda clase de locales con su baguette bajo el brazo, en cualquier café, panadería o pastelería encontraras típicos pain au chocolat o croissants estilo francés y en su cocina se integra el uso de mostaza y otros condimentos más propios de Europa.
De Marruecos incorporan el cous cous y las verduras, el uso de especias y el consumo de té estilo marroquí.
Su cocina también viene condicionada por la religión mayoritaria, el Islam, por lo que no se consume ni mucho alcohol ni mucha carne de cerdo. Lo que no falla en la cocina senegalesa es el arroz, el mijo y el cuscús, acompañamientos básicos de cualquier plato. Tampoco faltan los cacahuetes, uno de los cultivos más extendidos en el país y por tanto siempre se sirven antes de cada comida, entre horas, y se utilizan para diferentes salsas.
La alimentación en Senegal está basada en el consumo de pescado fresco, muy abundante en todo el país y de carnes. Normalmente tanto la carne como el pescado se maceran en especias durante horas, antes de ser cocinados, casi siempre a la brasa. Los platos más típicos son el lotte (un tipo de pescado) en brochetas o a la brasa con limón y plátano frito; dorada con verduras; el thiof a la plancha (se dice que es el mejor pescado de Senegal); yassa de pollo o pescado servido con salsa de cebolla, ajo, mostaza y limón; maafe de cordero, ternera o pollo con vegetales y salsa de cacahuetes; el cous cous mounton; dibi un preparado de cordero a la parrilla; el thiou calamar o el poisson a la brasa (pescado a la parrilla con limón, ajo y pimienta negra).
Lo más característico tanto del país como de la gastronomía es su hospitalidad, por ello en la mayoría de lugares se sirve un solo plato grande que se coloca al medio y comparten entre todos los comensales. También se suele compartir un bissap o bouye, bebidas típicas de Senegal, la primera realizada al hervir las hojas de una planta tras lo cual se le agrega azúcar y se congela para servir muy frío; la segunda sale de la fruta del baobab, el árbol más típico del país.
Los mejores lugares donde probar cualquiera de los platos son en los puestos de playa o callejeros. En los mercados también podemos encontrar no solo comida típica sino también toda clase de telas y artesanías, por ello, son una visita indiscutible cuando se pasa más de 2 días en Dakar. Los mejores mercados de África Occidental están en la capital senegalesa y son: el «Marché Kermel» y «Marché des HLM». Otros sitios donde probar algunas de estas delicias son Chez Salim Lac Rose, Farid, la crepería de Saint Louis, o en el puerto de Ngor en Dakar.
Para cerrar el viaje no te marches sin probar la estrella de la gastronomía senegalesa es el thieboundienne, un pescado marinado que se acompaña de legumbres y arroz. Tampoco puedes despedirte de Senegal sin probar alguno de sus postres, los más sencillos son los más fáciles de encontrar en cualquier esquina o mercado, es decir, comerse unas ricas frutas de temporada: el mango y sandía son las más típicas. Si prefieres algo más elaborado, puedes probar el Yabuyam o el banana-coco, un postre que consiste en plátano fresco servido con una crema de coco caliente.
Texto y fotografía: Laura Torres